No te comerás un rosco, pero sí más de cien rosquillas

   




   Unos de los recuerdos más vivos -y sin duda dulce- que tengo de mi padre es el de cuando hacía rosquillas. Le veo batiendo huevos en una fuente de metal y añadiendo azúcar y sobres de gaseosa amarillos y blancos. Le veo metido en harina, sus brazos arremangados, sus manos grandes sumergidas en un barreño. Domesticaba con paciencia aquella masa hasta dejarla fina. El aceite ya se iba friendo en una sartén ya de por sí grande, que a mí de crío se me hacía como un estanque donde luego burbujearían tostándose y expandiéndose esos redondeles. La cocina se inundaba del olor de la masa, del aceite frito y de la fresca de la mañana que entraba como contraste por la ventana. Porque siempre madrugábamos para el ritual de hacer rosquillas, como si fueran a prohibir el hacerlas o el madrugar.  "Toma, haz tú una" -y me mojaba los dedos en aceite crudo- "no las manosees mucho tiempo porque se te pegan en los dedos". La noche antes ya me avisaba: "Mañana temprano hay que levantarse a hacer una tanda de rosquillas". Nunca entendí qué medida es esa de "tanda", principalmente porque al final nos salía más de una tanda. Y más de dos. Era como una tanda de penaltis, que se lanzaban varias tandas porque continuaba el empate y, por fin, terminábamos de lanzar rosquillas porque se dehacía la igualada de ingredientes. Una vez fritas, íbamos llenando bolsas y bolsas en grupos de cincuenta rosquillas, bolsas que estaban destinadas a casa, a la abuela, a las tías, a las monjitas de Cuerva y a no sé cuántos aficionados de las rosquillas más. Un día no hace tanto mi padre me dictó la receta y la escribí con alguna gansada que ya ahí queda. Ni que decir tiene que las rosquillas de mi padre son las mejores que nunca probé y probaré. Y no, no les echaba anís, ni del Mono ni de La Castellana ni de Chinchón; siempre me lo preguntan y siempre respondo lo mismo: las rosquillas del señor Antonio son sin anís pero se pueden mojar en anís. Al leer ahora la receta pienso que a mí tal vez sí me mojaban en anís el chupete. 



Ingredientes para una tanda de unas 150 rosquillas tamaño normal (7 cm ø):

- 1 vaso (1/4 litro) de azúcar

- 1 vaso de leche

- 1 vaso de aceite frito

- 6 huevos

- 1 limón rallado

- 8 sobres de gasificante ARMISEN

- 1.250 gramos de harina

- Más azúcar

- Más aceite

 
Elaboración:

 -Se va y se coge un recipiente grande tipo barreño, preferentemente un barreño.

-Viértanse, por este orden, el vaso de azúcar, el vaso de leche, el vaso de aceite frito, los seis huevos y las ralladuras de limón. Todo al barreño.

-Y se bate todo bien.

-Se echa el polvo efervescente. Los huevos subirán.

-Se bate nuevamente hasta que quede bien disuelto.

-Va añadiénsose poco a poco la harina, a medida que se sigue batiendo para conseguir una masa. Será la masa de las rosquillas, disipando posibles dudas.

-Batiendo la masa llega un momento en que más que batir se está amasando. Se cambia entonces la herramienta de batir por la de amasar, por lo que conviene lavárselas antes.

-Una vez obtenida una masa bien espesa y pegajosa, se van haciendo con ella rosquillas y se van echando a freír a la sartén.

-Al ir sacándolas de la sartén, una vez fritas, se rebozan en azúcar.

-Servir al gusto y comer.
 

 
Jesús Megía
2004
 

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