PARAGUAS (detalle de una foto de Javier Carrera titulada "Un día de lluvia en el rastro")

   ¿Cuándo empezó lo mío contra los paraguas? Llevar paraguas siempre me había gustado hasta que empecé a salir con Elisabetta. Yo ya lo sabía por experiencia y por mi abuelo: “paraguas para dos, se mojan los dos”. Así que nosotros desde el principio fuimos una pareja descapotada. Más de dos tardes de lluvia volvimos a casa calados hasta los tuétanos tras un bonito y largo paseo por Roma. A veces corríamos y nos agarrábamos como si el viento fuera a separarnos. Y de momento no lo hace. Tengo miles de fotos de aquella época. Tantos kilómetros... Me río y descubro que no necesito abrir el álbum para evocarlo. Ahora la miro y me alegro de que nuestros caminos hayan sido no sólo soleados y llanos. Y tópicos y tonterías aparte, los días de lluvia la siento más cerca, como este domingo de otoño en El Rastro. Parece que el cielo sucio de Madrid quiso limpiarse y se quedó doblemente gris, goteando sobre el azul de toldos y paraguas. Elisabetta y yo en El Rastro. Hago fotos para que otros me acompañen de lejos siguiendo mi rastro, que tal vez la lluvia borre. Alargo el brazo por encima de mi cabeza para alcanzar un instante de vida que no sé si quiero ver. Tantos años vacunado y otra vez me pongo romántico. ¿Cómo era ese verso? “Alba que das a mis noches un resplandor rojo y blanco”. Paciente y silenciosa, Elisabetta se moja a pocos metros de mí. Me resisto a hacerla esperar más. Agarraré una vez más su manillar y me llevará donde queramos. Corre un ligero viento.

Jesús Megía
Julio 2011

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