Paladrar fino: noverdad

   A menudo confundimos lo nuevo con lo bueno. Concretamente algunos están muy interesados en equiparar nuevo y bueno. Y aprovechándose de una general avidez de novedades previamente sembrada a la sombra del tedio, se hace de esa apetitosa etiqueta todo un aromático y colorido jardín de novedades. La etiqueta termina floreciendo en asombroso cartel. Se renuevan los escaparates del mercado y fluyen las portadas de los diarios, porque los tenemos como espacios de cambio y vitalidad. Y los voceros de la mañana, del mediodía y de la noche son los mensajeros de la actualidad, de la noticia siempre fresca y floreciente. No siempre hay buenas nuevas, más bien por algún motivo proliferan las malas. Pero damos por bueno que, en todo caso, sean nuevas. Sin caer necesariamente en un neofilismo o amor desbordado por lo nuevo, a quien más y a quien menos nos gusta estar al tanto de las noticias. Y notándolas, uno se actualiza. Porque sentimos que no caducamos mientras estamos al tanto de lo actual, que de pronto identificamos con lo real. Mágicamente atrapados en ese espejo en que lo real se mira solo en lo actual  -que de por sí es cambiante, vital y siempre nuevo- perdemos la capacidad de siquiera cuestionar la fidelidad de ese reflejo. De algún modo consideramos que si logramos estar en sintonía con la actualidad, seremos más capaces de ir de la mano de la verdad de sus mensajes. Aunque no haya demasiada verdad en ellos. A veces ninguna. Se ha hecho mucho hincapié últimamente en desenmascarar la posverdad, pero es aún más radical la trampa de la noverdad.
 
   Los días vienen cargados de novedades, la mayoría de ellas son noverdades. No son meras mentiras, montajes o fakes, son doblemente mentira porque ni son verdad ni son novedad. Y, sin embargo, son servidas como novedades, atendidas como noticias relevantes y respetadas como verdades anunciadas de estreno. Noverdades consumidas por millones de personas a lo largo y ancho del mundo. Lo crucial es que las noverdades se presentan como nuevos hechos o afirmaciones susceptibles de ser cuestionadas o sometidas a debate, de ahí su apariencia de noticia, cuando no merecen ni la más mínima atención ni siquiera como anécdota. Hay cientos de ejemplos. Todos sabríamos identificar noverdades. Pero la noverdad ha adquirido su grado de paradigma en los twit que a cada rato salen de la poderosa churrera de Donald Trump, frases que vienen a ejemplificar como ilustraciones de manual o catón la noción que aquí exponemos. Cada uno de los twits (o gorjeos, que eso significa el término) del vigente presidente de Estados Unidos se emite como una nueva expresión del que tenemos por uno de los seres más poderosos del planeta. Y tales expresiones, con las que en ocasiones Trump metrallea durante mañanas o jornadas completas, se degustan y retituitean por cientos de miles de gorriones que gorjean su mensaje carente de verdad y de vitalidad; y se atienden por los medios de comunicación y redes como noticia, cuando lo noticiable sería más bien el día que deje de manifestarse por ese canal o por cualquiera. Y si llegase ese día, seguro que por la noche retomaría sus gorjeos sin recordar si primero empezó a ser Presidente o a ser influencer
  
 
Jesús Megía López-Mingo
Marzo 2018
 
 

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