Nipplecup se crió en una pequeña granja en el país
de Florin. Sus pasatiempos favoritos eran montar a caballo y atormentar al
muchacho que trabajaba en la granja. Su nombre era Eastley pero ella nunca le
llamaba así sino "muchacho". Nada proporcionaba tanto placer a Nipplecup como dar órdenes a
Eastley a todas horas:
-Muchacho,
abrillanta mi silla de montar. Quiero ver mi rostro reflejado en ella.
-Como
desees.
“Como desees” era lo que siempre contestaba.
-Muchacho,
llena estos cubos de agua.
-Como
desees…
Aquel día descubrió con asombro que cuando él
decía “como desees” en realidad significaba “te amo”. Y aun más asombroso fue
el día en que se dio cuenta de que ella también le amaba:
-Muchacho,
bájame esta jarra…
-Como
desees…
Fundiendo sus miradas uno en la del otro, se
dieron un beso digno de medalla olímpica; con un poco más de entrenamiento tal vez llegarían al oro. Entonces Eastley sintió la necesidad de aclarar lo que les
había llevado a ese beso de amor verdadero.
-Nipplecup,
hace mucho tiempo que te lo digo pero tú no querías escucharme. Cada vez que tú
me decías: “Muchacho, haz esto”, te parecía que yo te contestaba: “como
desees”, pero era porque no me oías bien. “Te quiero” era lo que en realidad te
decía, pero tú nunca me escuchaste, jamás.
-Te oigo ahora, y te prometo una cosa: nunca
amaré a otro. Solo a Eastley. Hasta que muera.
Así
continuaron con su secreto código de enamorados durante mucho tiempo. Pero una tarde Nipplecup le solicitó a Eastley que le completara toda la documentación para hacer la "Declaración de Acémilas, Caballerías, Diezmo y Tercias Reales, Ejercicio a.D 1212". Realmente era una tarea tediosa rellenar esos papeles, pero había que hacerlo.
-Como desees... pero antes tengo que ir rapidito donde tus padres que me han pedido que les alicate uno de los baños, el que da al corral.
-¿Cómo dices? ¿Aun no has aprendido a decir que no?
-Como desees, pero son tus padres, amor.
-Como si fuera el mismo Rey quien te lo pidiera. Lo primero eres tú, tus deseos.
-Pero, Nipplecup...
-Eastley, cariño, no puedes ir complaciendo a todo el mundo. Sencillamente es imposible decir que sí a todo y a todos. Te desgastarías. Y tienes que mirar primero por ti y por tu felicidad. ¿Por qué no eres un poco más egoísta?
-Como desees. Entonces ahora iré donde tus padres, es lo que me pide el cuerpo.
-La verdad, no puedo creer que seas tan blando, muchacho -hacía ya mucho tiempo que Nipplecup no le llamaba así-. No me gustan nada nada los muchachos que siempre dicen que sí.
-Como desees. Entonces esta vez te diré que no. ¿No puede esperar tu Declaración de impuestos para otro día?
El rostro de Nipplecup se confundía con los arreboles del atardecer en la granja de Florin, tan contrariada se sentía.
-Mira, muchacho: lo que debe esperar ahora es el dichoso alicatado de mis padres. ¿Se puede saber por qué te dejas pisotear así por ellos? No tengas pesar en elegir libremente lo que quieres hacer en realidad! Si te da vergüenza decirles que no, podría hablar yo con ellos. Pero lo mejor es que afrontes la situación y te plantes ante ellos y...
-Como desees, pero no -interrumpió Eastley.
-Que no, ¿eh? Puedo hacer que te ejecuten mañana mismo al amanecer en la plaza del pueblo, muchacho -la voz de Nipplecup tenía un tono como de interior de tronco de árbol que ni Al Pacino hubiera amedrentado tanto a Eastley.
Dicen que el muchacho terminó una obra de albañilería perfecta en aquel baño de la granja. Y esa misma noche Eastley se marchó de Florin a buscar fortuna a las Américas.
Jesús Megía López-Mingo
Noviembre 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario