Paladrar fino: peotardos y enerbrar


 1. Aquella prenda de lana o algodón que cubre desde la cintura hasta los dedos pulgares de ambos pies (también los otros ocho, pero son los pulgares la referencia más meridional del cuerpo usualmente) y que sirve para abrigar las extremidades inferiores y bajos en general de la persona. En caso de personitas (concretamente de 2 a 4 años), esta indumentaria es especialmente engorrosa a la hora de gestionar el pre y el post de aguas mayores y menores del infante o infanta. Y dentro de las mayores de las aguas, el proceso de manipulación de la prenda va cobrando estatus de trama de suspense por la intriga (o incluso angustia, según las prisas del momento) de averiguar y certificar el estado de solidez o liquidez del residuo. De tal modo que, si por los brumosos indicios de la presencia de aguas había confusión en su naturaleza con una mera explosión ventosa, deslizar esta prenda provoca una intriga a la que hubiera dado su aprobación el mismo Hitchcock. O al menos Amenábar, tampoco se trata de exagerar. Y hasta que se descifra si el protagonista es cacota o solo un peo, el final se demora unos eternos segundos que nuestras retinas y nuestras meninges tardan en asimilar. De ahí el nombre de la prenda: peotardos




2. Meter la hebra por el ojo de la aguja sin éxito, reintentarlo sucesivas veces con cada vez más fuerza y empeño que maña y calma, probando y reprobando y volviendo a probar. Lo que se prueba es especialmente la paciencia. O se gana la batalla por pura casualidad o se gana una punta deshilachada. Este verbo, primo de la tortura, se puede aplicar también a sufrimientos análogos como son el abrir una bolsa de plástico del supermercado o el encontrar la punta del rollo de cinta adhesiva o celo, por mucho celo que se ponga en el desempeño de la tarea. Cuando se presenta alguno de estos retos uno no piensa precisamente en que el esfuerzo tiene en sí mismo su propia recompensa, sino que a la mente acuden reflexiones sesudas (como para no sudar...) de este jaez: "¿quién habrá sido el hijo de p...a que ha dejado así el rollo de celo sin despegar la puntita?" o "¿por qué me habrá dado la bolsa cerrada el p...o cajero/cajera y en vez de eso se deleita como quien contempla a un tiranosaurus rex haciendo ganchillo? Tensan tanto los nervios estas tareas que merecen ser denominadas con un único paladro: enerbrar.




Jesús Megía
Mayo 2017
  


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